Quisiera compartir el sentimiento que tenemos las abuelas cuando en algún momento de nuestras vidas pasamos a esa categoría, por supuesto sin dejar el título de Madre.
Cuando llega un nieto o nieta, descubrimos que nuestro corazón aún puede contener más amor. Nos embarga ese sentimiento de que una parte de nosotras (rasgos, carácter y tics) van a continuar existiendo, porque de pronto una personita los ha heredado y esa cadena conectiva que hay entre abuela-madre-nieta seguirá por siempre.
Es maravilloso vernos reflejados en nuestros descendientes y descubrir que inclusive nos superan, ellos son más despiertos, inteligentes, sagaces, etc.
Tenemos la libertad (cuando se nos permite) de enseñar principios y valores a nuestros nietos, y son las mismas cosas que ya hemos enseñado a nuestros hijos. Enseñarles también sobre Dios. A veces, como los tiempos han cambiado y parece que las horas pasan más rápido, esas noveles madres, no encuentran la manera de pasar a la nueva generación las mismas costumbres, entonces, ahí encontramos uno de los aportes que podemos dar a nuestros nietos. Compartimos historias y viejas anécdotas familiares que a los niños les gusta tanto escuchar. Además, como abuelas, ahora tenemos mucho más tiempo, paciencia y experiencia que cuando éramos jóvenes.
Hablar sincera y libremente con mis nietitas, participar de sus juegos divertidos y compartir sus risas es una sensación de felicidad plena, por supuesto también me reservo el derecho de malcriarlas un poco…
Basta una sonrisa, un abrazo, una palabra (aunque sea virtual) para que nuestro día más obscuro o difícil se llene de luz, eso hace que internamente digamos:
-Dale, seguí adelante, vale la pena!
Solo otra abuela puede entender el sentimiento que tenemos hacia nuestros nietos, no hay palabras que lleguen a describir fehacientemente algo tan lleno de plenitud y esperanza.
Es tan lindo saber que no importa si llega el momento de partir, porque albergas la seguridad de que quedarás en el corazón, en la esencia y el ADN de tus hijos y nietos.
Es un gran privilegio de poder alzarlos, vestirlos, ayudarlos en sus tareas, jugar con ellos, contestar preguntas… todo como lo hacías con tus hijos, pero ahora es de una forma diferente, más libre, sin tiempos ni apuros. La rueda del destino te volvió a dar la oportunidad de reír con ellos pero esta vez ya no en el rol de madre, sino casi como si fueras una niña más, sin censuras.
Cuan bendecida me siento de poder tener nietos. Ellos me han enseñado a amar de una forma diferente, me enseñaron a disfrutar de la vida en esta etapa adulta. Me siento serena, sabiendo que si comparto cosas con ellos, me van a recordar cuando ya no esté de la misma manera como yo siempre recuerdo los dichos y las enseñanzas de mi querida abuela.
Dejar una huella en ellos, tal como la hemos dejado en nuestros hijos, es como perpetuarnos para siempre.
Aunque la crianza y algunas formas de enseñanza han cambiado (le llaman nuevos paradigmas…) y algunos tal vez parezcan mejores (a mi entender no lo son tanto) igual podemos ayudar a nuestros hijos en la crianza, tradiciones y tareas diarias. Nada enseña más que la experiencia y el paso del tiempo, ya que hemos visto empíricamente los resultados de los distintos métodos de enseñanza.
A veces los padres no llegan a abarcar todo (así nos pasaba a nosotros cuando éramos jóvenes), y como abuelos, nuestros tiempos no están tan cargados de responsabilidades, desafíos, metas, estudio, trabajo. Por eso podemos ser de gran ayuda en los momentos que tenemos libres, sin obligaciones ni horarios. ¡Aprovechemos esta revancha que nos da la vida de disfrutar tanta inocencia y amor puro!
Me siento muy feliz de ser Abuela.
Escrito por: Giannina Vanoli, autora del libro "El viaje infinito de Laura y David"
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